"Occasional City"  Así llama el arquitecto Josep Lluis Mateo (Barcelona, 1942) a su ciudad ideal, puzle de urbes reales donde la belleza habita en lugares insospechados. En «Ocasiones» (Actar) el catedrático celebra su afán constructor como una experiencia de inteligencia y sensibilidad

Echa a andar el Barcelona Institute os Architecture para ser centro de referencia mundial en atracción y producción de inteligencia. La de Josep Lluis Mateo, que preside su consejo de dirección académica, es el gran aval de su éxito

-El Biarch se presentó en sociedad en la Semana de la Arquitectura. ¿Su plan?

-Ser una escuela de postgrado y master, como las prestigiosas ESADE o IESE, volcada en la producción y atracción de conocimiento. Por tanto, no se trata de otra escuela de arquitectura al uso, sino de un centro internacional, donde el idioma vehicular es el inglés, para impulsar la interacción entre la investigacion académica, la práctica especializada y la difusión cultural de la arquitectura contemporánea; un laboratorio desde el que promover nuevas formas de pensamiento y acción que sean vistos como esclarecimiento y fomento de referencia para el resto de la comunidad arquitectónica mundial.

-Frente a esa visión global, le chirriarán los localismos y nacionalismos.

-La relación entre lo local y lo global hace tiempo que es una de las energías que mueve las cosas. Con la crisis se ha notado una cierta contracción de esta dialéctica con mayor presencia de la tendencia un tanto peligrosa de insistir en una economía instalada en lo local. Pero la defensa inteligente de lo local pasa por ser claramente internacional. Las culturas emergentes que defienden inteligentemente sus intereses son las que lo hacen enseñando sus virtudes y asumiendo de los demás las cosas que les interesan. La cosa más provinciana es el cerrilismo y sus dos caras, la cerrazón y la de recibir con papanatismo lo del exterior.

-¿Ya sabe si remodelará la Plaza de la República de París?

-Soy el único extranjero entre los cinco finalistas. Es un proyecto muy sensible. Se trata de un espacio cargado de historia y de símbolos, la plaza de donde salen todas las manifestaciones desde el siglo XIX, y el cambio tiene que ser al mismo tiempo sutil pero radical.

-Los médicos cargan con la fama de que no se entiende lo que escriben, pero a ustedes no se les entiende lo que dicen.

-(Se ríe) Apelo a la inteligencia del interlocutor. Cada profesión tiene sus jergas y no nos damos exactamente cuenta de hasta qué punto formamos parte de una tribu con lenguajes intrincados.

-Ahora si no dices «sostenibilidad» no eres nadie.

-Y yo propongo que empecemos a dejar de decirlo porque con el uso se está volviendo una palabra vacía. Se usa como puro eslogan y también como arma arrojadiza para vencer al enemigo; pero la arquitectura tradicional siempre la ha tenido presente. Esta tradición, con cambios y nuevas tecnologías, forma parte intrínsica de mi actividad. Además, es la típica palabra que se lanza mil veces sin querer decir casi nada o, lo peor, que quiere decir todo lo contrario. Ya sabe, dime de que alardeas y te diré de qué careces.

-Ha ideado una filmoteca, una cárcel, bancos, viviendas, oficinas... ¿El mayor reto?

-Todos. Cada uno es un reto y éste un problema cargado de cuestiones que no controlas, que el proyecto tiene que sintetizar y la construcción formalizar. Un edificio es la expresión de una historia complicada en la que me sumerjo sabiendo que puedo fracasar, porque en el fondo siempre propones cosas cuyas soluciones son inéditas de alguna manera. Me interesa pensar en mi obra como la que se construye desde la inseguridad y con esa sensación he vivido momentos muy duros, pero también es la gracia de mi trabajo.

-¿Buenos tiempos para la belleza?

-El sociólogo Manuel Castells dice que en los momentos de crisis la poesía puede ser especialmente necesaria y a mí me gusta creerlo, y creer que una determinada arquitectura que sea sensible, protectora, inteligente y adecuada puede ayudarnos. (Vía: abc.es)